¿Por qué esperar a que la noche sea perfecta,
con estrellas y violines por doquier,
gobernada por la luz de Luna llena,
hija de un hermoso atardecer,
para dejar durmiendo en casa la careta
y gritarle al mundo que esa mina te flechó?
Y aunque Discepolo jamas nunca lo entienda,
a vos te va a aliviar el corazón.
No existen condiciones favorables.
Ni ocasiones que aprovechen la ocasión.
El que hace saltar la banca del casino,
no es un dios ni es adivino,
solo es un apostador.
Ay... se va la vida en una mano.
Hay que jugarse el corazón.
Todas las noches a su modo son ferpectas,
fenómeno causal de una imperfecta madurez.
Iluminadas por la magia del reflejo,
sobrinas consentidas de un hermoso atardecer.
Señor junte valor y pase al frente
si se sabe de memoria la lección.
Y cuidado con los sapos que se ingesten,
que todos cometemos por lo menos un error.
Y después del después la propina, al crupier y a llorar a la iglesia.
Otro yeite, otro bar, otra mina, otro bar.
Pero siempre los mismos dilemas.
La de Mora.
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