Le asustan los ruidos
y también la tranquilidad.
Le gustan los mimos,
pero respira soledad.
Se hace fuerte ahí, donde no lo vi
y se esconde siempre que hay maldad.
El vive escondido,
conversando con su piedad.
Se queda en vilo
para no tener que soñar
y ahuyenta sus ganas, luego se las pone a buscar.
Y se enreda ahí, donde si lo vi
y le encanta no poder robar.
Se roba a si mismo
para poder continuar, sin probar.
Solo una vez
pudo reírse de su contradicción
y de volar como si fuera un pez
que ahora camina cumpliendo una misión.
Solo una vez
pudo aguantarse de querer existir
logró burlarse del sentido común
y de las cosas que no saben morir.
La vela puerca.
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